Biografia de Anaxímenes

¿Quién fue Anaxímenes?

Anaxímenes foto filosofia

Anaxímenes (c. 585 – 525 a.C.) fue un temprano filósofo presocrático de la ciudad griega de Mileto en Jonia (actual Turquía). Fue una figura clave de la Escuela Milesiana, amigo y alumno de Anaximandro, y continuó las investigaciones filosóficas de los Milesianos sobre el «archê» o primer principio del universo (que Anaximenes consideraba que era el aire), e intentó dar una explicación casi científica del mundo.

En las ciencias físicas, Anaxímenes fue el primer griego que distinguió claramente entre planetas y estrellas, y utilizó sus principios para explicar diversos fenómenos naturales, como los truenos y relámpagos, el arco iris, los terremotos, etc.

Vida

No se sabe nada de la vida de Anaxímenes, salvo que era hijo de Eurístrato de Mileto y que fue alumno o compañero de Anaximandro. Algunos dicen que también fue alumno de Parménides de Elea, aunque esto parece poco probable. Vivió al menos una parte de su vida bajo el dominio persa, por lo que pudo ser testigo de la rebelión jónica contra la ocupación griega. Las cartas demuestran que estuvo en comunicación con Pitágoras, aunque su influencia en el desarrollo filosófico de éste fue probablemente menor (aparte del deseo de explicar el mundo en términos no mitológicos).

Obra

Según Diógenes Laërtius (biógrafo de los filósofos griegos, que vivió en el siglo II o III d.C.), Anaxímenes escribió sus puntos de vista filosóficos en un libro, que sobrevivió hasta bien entrada la época helenística, aunque ahora no queda nada de él.

Al igual que los demás filósofos milesios que le precedieron, la principal preocupación de Anaxímenes era identificar la fuente única de todas las cosas del universo (monismo). Tales, el más antiguo de los milesios, había considerado que se trataba del agua. Su discípulo Anaximandro lo refinó un poco, argumentando que ningún elemento único podía explicar adecuadamente todos los opuestos que se encuentran en la naturaleza, y propuso la solución de una masa primordial ilimitada e interminable que llamó «apeiron».

Se puede decir que Anaxímenes dio un paso atrás al retomar la idea de que un único elemento era la fuente de todas las cosas, y ese elemento lo consideraba el aire (en realidad, la palabra griega «aer» también denota «niebla» o «vapor», así como el aire normal que respiramos). Sostenía que, en un tiempo, todo era aire, y que, incluso ahora, todo es aire en diferentes grados de densidad. Dado que el aire es infinito y está en perpetuo movimiento, puede producir todas las cosas sin ser producido por nada.

Bajo la influencia del calor (que lo expande) y del frío (que lo contrae), y los procesos asociados de rarefacción (el aire se separa) y condensación (el aire se junta), el aire da lugar gradualmente a las diversas fases de la existencia y a todos los materiales del mundo organizado. Anaxímenes creía que el aire se presentaba en forma de hilos que se unían mediante un proceso llamado «afieltrado», análogo al proceso por el que se comprime la lana para hacer el fieltro. Así, muy cerca el aire era un sólido, menos cerca un líquido, etc.

De este modo, Anaxímenes utilizó procesos naturales conocidos por la experiencia cotidiana para explicar el cambio material y, al menos en este aspecto, su teoría supuso un avance respecto a las de Tales y Anaximandro.

Según Anaxímenes, la Tierra es un amplio disco que flota en el aire circundante. El sol y las estrellas, sostenía, se formaron por los mismos procesos de condensación y rarefacción, y la naturaleza flamígera de estos cuerpos se debe simplemente a la velocidad de sus movimientos. También utilizó sus principios para explicar varios fenómenos naturales: los truenos y los relámpagos son el resultado del viento que se desprende de las nubes; el arco iris es el resultado de los rayos del sol que caen sobre las nubes; los terremotos son causados por el agrietamiento de la tierra cuando se seca después de haber sido humedecida por las lluvias; el granizo es el resultado del agua de lluvia congelada; etc.

Anaxímenes también equiparó el primer principio material con el divino, de modo que efectivamente «el aire es Dios», siendo ambos infinitos y eternos. Así, el panteón de los dioses griegos no eran más que derivaciones de lo verdaderamente divino, el aire. Del mismo modo, las almas de los individuos también estaban compuestas de aire (o aliento), y nos mantienen unidos del mismo modo que el aire engloba al mundo entero.

Escrito por: Gonzalo Jiménez

Licenciado en Filosofía en la Universidad de Granada (UGR), con Máster en Filosofía Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Desde 2015, se ha desempeñado como docente universitario y como colaborador en diversas publicaciones Académicas, con artículos y ensayos. Es aficionado a la lectura de textos antiguos y le gustan las películas y los gatos.

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