Tres diálogos entre Hilas y Filonús

Diálogos Resumidos Por Partes

Primer diálogo 171-175
Primer diálogo 176-180
Primer diálogo 180-192
Primer diálogo 192-199
Primer diálogo: 200-203
Primer Diálogo 203-fin
Segundo Diálogo 208-210
Segundo Diálogo 210-215
Segundo Diálogo 215-221
Tercer diálogo 227-229
Tercer diálogo 231-235
Tercer diálogo 242-250
Tercer diálogo 251-fin

Resumen General de Los Tres diálogos entre Hilas y Filonús

George Berkeley foto filosofia

Mira alrededor de la habitación. Probablemente veas un escritorio, sillas y algunos libros. Crees que todas estas cosas existen. Es más, cree que existen de una manera que se corresponde con su percepción de las mismas. Si alguien le dijera que, en realidad, no hay nada en la habitación excepto usted, lo tacharía de lunático. Esto se debe a que usted no es un escéptico. Usted cree en la existencia real de los objetos de su experiencia. Berkeley te aplaudiría; según su filosofía, tienes sentido común.

Pero probablemente también hay algo más que crees sobre las cosas de tu habitación. Crees que existen independientemente de cualquier perceptor. Es decir, crees que, aunque no hubiera nadie percibiendo estas cosas, seguirían existiendo. Crees que son independientes de las mentes humanas. Aquí es donde Berkeley estaría en desacuerdo contigo. De hecho, llega a decir que tu compromiso con esta creencia va en contra del sentido común. Esto se debe a que piensa que puede mostrar que tu compromiso con la existencia de objetos independientes de la mente te llevará a rechazar los dos compromisos de sentido común que tú y él compartís: que los escritorios, las sillas, los libros, etc. existen realmente y que existen de tal manera que se corresponden con nuestra percepción de ellos. Su misión en los Tres Diálogos es demostrarte esto.

Berkeley divide su libro en tres secciones separadas, o diálogos. En el primer diálogo intenta demostrar que el materialismo -o la creencia en la existencia de objetos materiales independientes de la mente- es incoherente, insostenible y conduce en última instancia al escepticismo. En los dos diálogos siguientes intenta construir su propia visión del mundo alternativa, el inmaterialismo (ahora conocido como idealismo). Según este punto de vista, todo lo que existe en el mundo son ideas y las mentes que las perciben, incluida la mente infinita que contiene todo lo demás, es decir, Dios. En el segundo diálogo, Berkeley expone este panorama, y en el tercero completa algunos detalles y lo defiende contra posibles objeciones.

A grandes rasgos, el argumento de Berkeley contra el materialismo es el siguiente: (1) Si percibimos objetos materiales independientes de la mente, entonces los percibimos de forma inmediata (a través de nuestros sentidos) o de forma mediata (deduciéndolos de lo que recibimos inmediatamente a través de nuestros sentidos). Berkeley cree en esta afirmación porque es un empirista, es decir, alguien que cree que todo el conocimiento llega a través de los sentidos. Si la única forma que tenemos de obtener conocimiento es a través de los sentidos, entonces éstas son realmente nuestras dos únicas opciones para llegar a conocer los objetos materiales independientes de la mente. (2) No percibimos inmediatamente los objetos materiales independientes de la mente. (3) No percibimos mediatamente los objetos materiales independientes de la mente. (4) No tenemos ninguna razón para creer en la existencia de objetos materiales independientes de la mente. La conclusión de este argumento no es que los objetos materiales independientes de la mente no existen; es que no tenemos ninguna razón para creer que existen. Berkeley piensa que esta conclusión es suficientemente fuerte; si no tenemos ninguna razón para pensar que los objetos materiales independientes de la mente existen, entonces no deberíamos creer que existen. Sin embargo, Berkeley piensa que varios de los argumentos que utiliza a lo largo del camino, con el fin de demostrar las premisas segunda y tercera, en realidad muestran de manera concluyente que los objetos materiales independientes de la mente no pueden existir.

Entre este último grupo destaca un argumento que ha llegado a conocerse como el Argumento Maestro. Este argumento pretende demostrar que la idea misma de un objeto que exista fuera de la mente es inconcebible. Es imposible concebir que un objeto exista sin la mente, dice el argumento, porque en el momento en que se intenta hacerlo, el objeto está en la mente. En otras palabras, ¡sólo con intentarlo se fracasa! En realidad, este es un argumento terrible, y algunos filósofos llegan a decir que no es un argumento en absoluto. (Al filósofo australiano David Stove le gusta llamarlo «la Gema».) No obstante, ha tenido una gran influencia en la historia de la filosofía, y al propio Berkeley parecía gustarle mucho.

Después de socavar las afirmaciones del materialismo, Berkeley pasa a presentar su propia imagen inmaterialista. Según este punto de vista, las cosas reales, como los escritorios, las sillas y los libros, son sólo conjuntos de ideas que existen en la mente de Dios. A veces, Dios nos las muestra, y nosotros las experimentamos como sensaciones. Además, Dios nos muestra estas sensaciones según ciertos patrones. Por ejemplo, siempre que tenemos la sensación de «ver fuego» va acompañada de la sensación de «sentir calor». A estos patrones los llamamos «leyes de la naturaleza». Cuando nos dedicamos a la ciencia, lo que descubrimos son estos patrones entre las ideas.

Berkeley cree que su visión del mundo tiene muchas ventajas (por ejemplo, hace que la física sea mucho menos compleja), pero dos de ellas destacan entre las demás como de suma importancia. En primer lugar, su visión no permite el ateísmo; puesto que nuestras ideas tienen que existir en la mente de algún perceptor infinito, tiene que haber un Dios. En segundo lugar, el punto de vista es igualmente inmune a las dudas escépticas. Si lo que significa que un escritorio existe, es sólo que se percibe, entonces nunca podemos preocuparnos de que el escritorio que estamos viendo no exista realmente. Además, dado que no hay nada en el escritorio más allá de nuestra sensación del mismo (el escritorio sólo es esa sensación) no tenemos que preocuparnos de si las apariencias y la realidad coinciden. La apariencia es simplemente la realidad. Como su teoría es inmune al escepticismo, cree que puede llamar a su punto de vista -un punto de vista en el que nada existe fuera de las mentes- el punto de vista del sentido común.

Escrito por: Gonzalo Jiménez

Licenciado en Filosofía en la Universidad de Granada (UGR), con Máster en Filosofía Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Desde 2015, se ha desempeñado como docente universitario y como colaborador en diversas publicaciones Académicas, con artículos y ensayos. Es aficionado a la lectura de textos antiguos y le gustan las películas y los gatos.

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