Cirenaica

Cirenaico, adepto de una escuela griega de filosofía moral, activa hacia finales del siglo III a.C., que sostenía que el placer del momento es el criterio de la bondad y que la vida buena consiste en manipular racionalmente las situaciones con vistas a su utilidad hedonista (o productora de placer).

La escuela se llamó cirenaica porque Cirene, en el norte de África, era el centro de su actividad y el lugar de nacimiento de varios de sus miembros. Aunque el anciano Aristipo, discípulo de Sócrates, fue generalmente reconocido como su fundador, su florecimiento se produjo en una fecha posterior, probablemente a finales del siglo IV a.C..

Según los cirenaicos, un hombre sabe que las cosas externas a él existen porque tienen un efecto sobre él, pero no puede saber nada sobre su naturaleza. Todo lo que puede percibir es la forma en que él mismo se ve afectado por ellas; se desconoce cómo afectan a otros hombres. El hecho de que dos hombres den el mismo nombre a sus experiencias no es garantía de identidad. Así, el único objetivo admisible de la acción es asegurar que los afectos propios sean agradables. Las tres condiciones posibles de la constitución humana son el cambio violento, el cambio suave y la estabilidad. El primero va acompañado de dolor, el segundo de placer, el último de ninguno de los dos. El hombre debe evitar la primera y buscar la segunda; es un error suponer que la tercera es agradable o deseable. Además, el placer que debe buscarse es el del momento; sólo la experiencia presente puede dar placer presente. La felicidad, suma de placeres, debe valorarse porque incluye los placeres momentáneos, que son semejantes en especie y cuyo valor relativo sólo depende de su intensidad. Los placeres (y dolores) corporales son más intensos que los de la mente. No obstante, estos últimos fueron reconocidos e incluso se consideró que incluían algunos que tienen un aspecto altruista; por ejemplo, la alegría por la prosperidad del propio país. Ser más fuerte que el placer es un verdadero ideal socrático y distingue al cirenaico del derrochador.

Tres cirenaicos hicieron innovaciones lo suficientemente importantes como para dar nombre a sus seguidores. Teodoro negó que los placeres y los dolores sean buenos o malos. Su objetivo era la alegría mental y el don de la sabiduría, que consideraba suficientes para la felicidad. Hegesias, al igual que Teodoro, dudaba del poder de la razón para procurar placeres, por lo que aconsejaba evitar el dolor; gran parte del dolor mental podía evitarse considerando cosas como la pobreza y la riqueza, la esclavitud y la libertad, la muerte y la vida como asuntos indiferentes. Finalmente, Anniceris revivió las doctrinas originales con algunas adiciones.

Las doctrinas éticas de los cirenaicos posteriores fueron, a su debido tiempo, incorporadas corporalmente a las enseñanzas de Epicuro, fundador de una escuela posterior de filosofía ética.

Escrito por: Gonzalo Jiménez

Licenciado en Filosofía en la Universidad de Granada (UGR), con Máster en Filosofía Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Desde 2015, se ha desempeñado como docente universitario y como colaborador en diversas publicaciones Académicas, con artículos y ensayos. Es aficionado a la lectura de textos antiguos y le gustan las películas y los gatos.

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