¿Qué es el Personalismo?
Personalismo, escuela filosófica, generalmente idealista, que afirma que lo real es lo personal, es decir, que las características básicas de la personalidad -conciencia, libre autodeterminación, orientación hacia fines, identidad propia a lo largo del tiempo y retención de valores- la convierten en el patrón de toda la realidad. En la forma teísta que ha asumido a menudo, el personalismo se ha vuelto a veces específicamente cristiano, al sostener que no sólo la persona, sino la instancia individual más elevada de la personalidad -Jesucristo- es el modelo.
Así pues, el personalismo se inscribe en la tradición del cogito, ergo sum («pienso, luego existo») de René Descartes al sostener que, en el flujo subjetivo de la experiencia vivida, se obtienen sondeos más directos de lo real que en todo lo que llega a través de los tortuosos caminos de los procesos perceptivos. La palabra persona procede del latín persona, que se refería a la máscara que llevaba un actor y, por tanto, a su papel. Con el tiempo, pasó a significar la dignidad de un hombre entre los hombres. Así pues, la persona es suprema tanto en realidad (como sustancia) como en valor (como dignidad).
Hay varios tipos de personalismo. Aunque la mayoría de los personalistas son idealistas y creen que la realidad es de, en o para la conciencia, también hay personalistas realistas, que sostienen que el orden natural, aunque creado por Dios, no es espiritual como tal; y, de nuevo, aunque la mayoría de los personalistas son teístas, también hay personalistas ateos. Entre los idealistas hay personalistas absolutistas (véase Idealismo absoluto), personalistas panpsiquistas (véase panpsiquismo), personalistas éticos e idealistas personales, para quienes la realidad comprende una sociedad de personas finitas o una persona última, Dios.
Aunque pueden distinguirse elementos del pensamiento personalista en muchos de los grandes filósofos de la tradición occidental e incluso de Oriente -como, por ejemplo, en Rāmānuja, un teísta hindú del siglo XII-, se suele señalar a Gottfried Wilhelm Leibniz, filósofo y matemático alemán de los siglos XVII-XVIII, como el fundador del movimiento, y a George Berkeley, eclesiástico y epistemólogo angloirlandés del siglo XVIII, como otra de sus fuentes seminales.
El personalismo ha tenido una fuerte representación en Francia, normalmente bajo el nombre de espiritismo. Inspirado por Maine de Biran, un pensador del siglo XVIII-XIX que había tomado como primordial la experiencia interior de actuar contra un mundo que se resistía, Félix Ravaisson-Mollien, filósofo y arqueólogo del siglo XIX, estableció una distinción radical entre el mundo espacial de la ley necesaria estática y el mundo de los individuos vivos, espontáneos, activos y en desarrollo. Esto condujo a su vez al personalismo de Henri Bergson, un intuicionista del siglo XIX y XX, que subrayó la duración como una experiencia no espacial en la que los estados subjetivos presentes y pasados se interpenetran íntimamente para formar la vida libre de la persona espiritual y que postuló el élan vital como una fuerza cósmica que expresa esta filosofía de la vida.
El personalismo en Estados Unidos maduró entre los filósofos religiosos del siglo XIX y XX, a menudo de la Iglesia Metodista, varios de los cuales habían estudiado en Alemania con Rudolf Hermann Lotze, un erudito metafísico y licenciado en medicina. George Holmes Howison, por ejemplo, insistió en la autonomía de la persona moral libre hasta el punto de hacerla increada y eterna y, por tanto, libre de una persona infinita. Borden Parker Bowne, que hizo de la Universidad de Boston la ciudadela del personalismo, era explícitamente teísta y sostenía que los hombres son criaturas de Dios con muchas dimensiones -moral, religiosa, emocional, lógica-, cada una digna de consideración por derecho propio y cada una reflejo de la racionalidad del creador. Para él, la naturaleza también muestra la energía y el propósito racional de un Dios que es inmanente a ella y trascendente.