El alma es, según la mayoría de las religión, una entidad espiritual y trascendental que perdura a través del tiempo. Esta entidad religiosa, se supone, aloja la esencia personal de cada ser humano, que excede la existencia física. La mayoría de los científicos, sin embargo, rechazan esta idea de alma espiritual y sugieren en su lugar que todos los comportamientos humanos tienen un fundamento biológico en el cerebro. Pero ¿dónde exactamente se encuentra el alma en el cerebro?
En primer lugar, hay que comprender que el alma, en el sentido de la noción religiosa, es realmente un concepto incorpóreo. Por lo tanto, no se puede anclar a ninguna parte, física o biológica, del cerebro. La medicina física ha catalogado todas las partes estructurales, químicas y biológicas del cerebro humano, con un enfoque implementado por la neurociencia. En otras palabras, todos los comportamientos humanos pueden ser explicables (y hasta predecibles) mediante un estudio de la actividad cerebral. Desde la regulación de la temperatura corporal hasta las manifestaciones de la inteligencia, todo se conecta a la actividad química, neuronal y bioeléctrica del cerebro.
Mientras que el alma —en el sentido religioso del término— se ubica a escala espiritual, se puede sugerir que su génesis comienza en el cerebro. La biología del cerebro juega un papel fundamental en la emergencia de los comportamientos humanos, junto con las emociones, las preferencias personales, la memoria, los sentimientos y relaciones, la religión y la creencia espiritual. Esto significa que el alma, en el sentido espiritual e incorpóreo, proviene de un cóctel de factores biológicos ubicados en el cerebro.
Otra forma simplificada de verlo es pensar el alma como una consecuencia orgánica que emerge del complejo entretejido de las redes neuronales y la actividad cerebral. Los sentimientos y la esencia humana, en terminología religiosa, pueden ser derivados de la consecución de stres procesos cerebrales fundamentales. El alma, en este sentido, se genera como un resultado de la suma total de todas las actividades del cerebro.
En conclusión, hay que entender que el alma, desde el punto de vista espiritual, no puede situarse físicamente en el cerebro. Sin embargo, el punto de partida para el comportamiento humano proviene del cerebro y toda su actividad neuronal y de neurotransmisores. Cualquier manifestación de comportamiento humano depende de la actividad biológica de los procesos cerebrales, lo cual sugiere que el alma en su sentido espiritual deriva directamente de la complejidad del cerebro..