En la filosofía, el agua desde sus inicios ha representado la existencia, lo cambiante, la necesidad de la dualidad y el carácter cíclico de la vida. El agua es esencial para la vida, pero también para el intelecto. Los filósofos aprecian y han estudiado esta dualidad entre la naturaleza y la existencia.
Desde los primeros filósofos griegos hasta el presente, el agua ha sido una parte importante de la filosofía. Para los primeros pensadores griegos, el agua representaba la existencia. Esto se ve en la teoría de los Círculos Vivos de Heráclito, que explica que el agua es un símbolo de dualidad y cambio. Platón vio al agua como un símbolo de pureza, un tabú divino. Para él, el agua representaba las limitaciones de la lógica y los problemas que no se pueden resolver por vías puramente racionales.
Para Aristóteles, el agua se asociaba con la naturaleza y con los cuatro elementos básicos. Él cree que el agua está en la raíz de todos los fenómenos de la naturaleza. El agua, según Aristóteles, se equilibra con el aire, la tierra y el fuego para formar un todo unificado y se asociaba con el movimiento y el cambio natural.
El agua fue vista como un símbolo importante en tiempos más recientes. Para el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, el agua simbolizaba el carácter cíclico de la vida, ya que el agua que desciende desde el cielo vuelve al cielo. Esta imagen de ciclo sin fin presentada por Schopenhauer se convirtió en una importante parte del pensamiento místico-religioso judeo-cristiano.
En general, para los filósofos, el agua se asocia con la vida, el cambio, la dualidad y el equilibrio. Esta imagen del agua como un símbolo de existencia y cambio ha pervivido a través de la historia y sigue siendo un importante tema de discusión hoy en día..