En los diálogos platónicos, Platón reflexiona profundamente sobre el ser humano y la naturaleza intrinsicamente buena de la mente; conteniendo innumerables discursos sobre diversos temas relacionados con el hombre y los temas trascendentales que afectan a la humanidad. Desde su punto de vista, el alma constituye el núcleo del hombre; separado del cuerpo e independiente de él.
Platón ve al hombre a partir de una óptica metafísica; la naturaleza del ser humano como tal es la fuerza trascendente que la atraviesa. Concibe al alma como inmortal, la entidad que emerge de la materia del cuerpo. Por lo cual, el cuerpo es una especie de caparazón mortal que contiene el alma, aunque ésta última es mucho más compleja y vasta. Esta es su teoría de inmortalidad, la cual es un componente muy importante de su filosofía.
En consecuencia, el bienestar físico toma un segundo lugar, con respecto al del alma. Platón sostiene que la virtud de una persona reside en su carácter y que los buenos cuerpos están influenciados por los buenos caracteres. De esta manera, la forma más noble de vida es aquella basada en la justicia, que se genera mediante la liberación del alma de los estados de ignorancia.
Como característica humana central, Platón otorga al ser humano el derecho a la libertad. Para él, el alma es en sí una representación tangible de la libertad, puesto que la única restricción del hombre es su propia razón. Las acciones realizadas de acuerdo a la naturaleza humana conducen a la libertad en su máxima expresión.
En definitiva, Platón considera al ser humano como algo más que su cuerpo físico. Le otorga una cualidad trascendente, no solo en determinadas situaciones, sino como parte de su esencia. Platón considera que los seres humanos individuos deberán buscar la libertad, pero también la verdad trascendente que los libera de los estados de ignorancia. Desde ese enfoque, conservar este estado de liberación es una tarea estrictamente humana, un compromiso con la verdad..