Platón, el famoso filósofo griego, fue un prolífico pensador y fue uno de los primeros predecesores de la psicología occidental. Fue también un gran educador, y sus enseñanzas todavía son relevantes para aquellos que se adentran en la educación de los niños. Existe una pregunta que sigue intrigando a los educadores de hoy: ¿Quién debe educar a los niños según Platón? La respuesta de Platón a esta pregunta puede ser resumida de la siguiente manera: los padres y los maestros.
Para Platón, la educación es una forma en la que la cultura y la sabiduría natural se transmiten a los niños a través de la interacción entre los padres y los maestros. Esta interacción lleva a que los niños se expresen de manera correcta en lo que se refiere a las normas y los valores tradicionales de la sociedad. Asimismo, los maestros enseñan a los niños conocimientos y habilidades útiles para la vida, promoviendo su independencia y permitiéndoles desarrollar sus habilidades para la toma de decisiones. Por último, los padres se encargan de inculcar valores y lealtad y también de apoyar, motivar y modelar las conductas que se esperan de los niños.
Platón consideraba la educación como un acto de amor hacia los niños. Él exigía a los padres y a los maestros que tuvieran una profunda comprensión de los niños como personas individuales, recordándoles que cada niño necesita amor y aceptación, algo coherente con la educación basada en el afecto que se ha vuelto famosa a lo largo de los siglos. Está generalmente aceptado que, aunque los maestros juegan un papel importante en la educación de los niños, los padres forman la base fundamental para su desarrollo y felicidad, dada su capacidad para ofrecer un abrazo, un beso, una risa y una palabra de aliento en los momentos adecuados.
En conclusión, según Platón, los padres y los maestros son los principales responsables de educar a los niños. Aunque los maestros son clave para proporcionar un enfoque académico y una educación centrada en los conocimientos, los padres también juegan un papel importante en la formación de los hijos, ya que proporcionan la aceptación, el amor y el aliento necesarios para permitir que los niños se desarrollen de manera armónica..