Rey Filósofo

¿Qué es el Rey Filósofo?

Rey filósofo, idea según la cual la mejor forma de gobierno es aquella en la que gobiernan filósofos. El ideal del rey filósofo nació en el diálogo República de Platón como parte de la visión de una ciudad justa. Influyó en el Imperio Romano y resurgió en el pensamiento político europeo en la época de los monarcas absolutistas. También ha tenido una influencia más laxa en los movimientos políticos modernos que reivindican una élite gobernante infalible.

En la República de Platón, el protagonista, Sócrates, propone el diseño de una ciudad ideal como modelo para ordenar el alma individual. Esa ciudad justa requerirá «guardias» militares especializados, divididos posteriormente en dos grupos: los gobernantes, que serán «guardias» en el sentido de guardianes, dedicados a lo que es bueno para la ciudad y no para sí mismos, y los soldados, que serán sus «auxiliares». Ya en esta etapa de la República se insiste en que los guardianes deben ser virtuosos y desinteresados, vivir sencilla y comunitariamente como lo hacen los soldados en sus campamentos, y Sócrates propone que incluso las esposas y los hijos sean comunes.

Al comienzo del Libro V, Sócrates es interpelado por sus interlocutores para que explique esta última propuesta. En respuesta, Sócrates expone tres afirmaciones controvertidas, que reconoce que le expondrán al ridículo. La primera es que entre los guardianes debe haber tanto mujeres cualificadas como hombres; así, el grupo que se conocerá como «reyes filósofos» incluirá también a «reinas filósofas». La segunda pretensión es que estos hombres y mujeres gobernantes se apareen y reproduzcan por orden de la ciudad, criando a sus hijos comunitariamente para considerar a todos los guardianes como padres en lugar de adscribirse a un hogar familiar privado. Esos hijos, junto con los de la clase artesana, serán sometidos a prueba, y sólo los más virtuosos y capaces se convertirán en gobernantes. Así, el grupo que se conocerá como «reyes filósofos» se reproducirá por méritos y no simplemente por nacimiento. Por último, Sócrates declara que estos gobernantes deben ser, de hecho, filósofos:

Hasta que los filósofos gobiernen como reyes o los que ahora se llaman reyes y hombres dirigentes filosofen genuina y adecuadamente, es decir, hasta que el poder político y la filosofía coincidan por completo… las ciudades no tendrán descanso de los males… no puede haber felicidad, ni pública ni privada, en ninguna otra ciudad.

Sócrates predice que esta afirmación suscitará aún más el ridículo y el desprecio de sus contemporáneos atenienses que la igualdad de las mujeres gobernantes o la comunalidad de sexo e hijos. Muchos atenienses veían a los filósofos como adolescentes perpetuos, merodeando por los rincones y murmurando sobre el sentido de la vida, en lugar de tomar parte adulta en la batalla por el poder y el éxito en la ciudad. Desde este punto de vista, los filósofos son las últimas personas que deberían o querrían gobernar. La República da la vuelta a esta afirmación, argumentando que es precisamente el hecho de que los filósofos sean las últimas personas que querrían gobernar lo que les capacita para hacerlo. Sólo se puede confiar el poder político a quienes no lo desean.

Así pues, la clave de la noción de «rey filósofo» es que el filósofo es la única persona en la que se puede confiar para gobernar bien. Los filósofos son moral e intelectualmente aptos para gobernar: moralmente porque está en su naturaleza amar tanto la verdad y el saber que están libres de la codicia y la lujuria que tientan a otros a abusar del poder, e intelectualmente porque son los únicos que pueden adquirir un conocimiento pleno de la realidad, que en los libros V a VII de la República se argumenta que culmina en el conocimiento de las formas de la Virtud, la Belleza y, sobre todo, el Bien. La ciudad puede fomentar tal conocimiento sometiendo a los aspirantes a filósofos a una educación exigente, y los filósofos utilizarán su conocimiento del bien y la virtud para ayudar a otros ciudadanos a alcanzarlos en la medida de lo posible.

Así, el énfasis en la noción platónica del rey filósofo recae más en la primera palabra que en la segunda. Aunque se basa en los contrastes griegos convencionales entre rey y tirano y entre el rey como gobernante individual y el gobierno multitudinario de la aristocracia y la democracia, Platón hace poco uso de la noción de realeza per se. Sin embargo, el hecho de que utilizara la palabra fue clave para la posterior carrera de la noción en la Roma imperial y la Europa monárquica. Para el emperador estoico romano Marco Aurelio (161-180), lo importante era que incluso los reyes fueran filósofos, y no que sólo los filósofos gobernaran. Para François Fénelon, arzobispo católico romano encargado de la educación moral de Luis, duque de Borgoña, nieto de Luis XIV, la cuestión crucial era que los reyes poseyeran autocontrol y abnegada devoción al deber, más que que poseyeran conocimientos. Los déspotas ilustrados del siglo XVIII, como Federico II el Grande de Prusia y Catalina II la Grande de Rusia, se enorgullecían de ser reyes y reinas filósofos.

Escrito por: Gonzalo Jiménez

Licenciado en Filosofía en la Universidad de Granada (UGR), con Máster en Filosofía Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Desde 2015, se ha desempeñado como docente universitario y como colaborador en diversas publicaciones Académicas, con artículos y ensayos. Es aficionado a la lectura de textos antiguos y le gustan las películas y los gatos.

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