El Subjetivismo Ético

¿Qué es el Subjetivismo Ético?

El subjetivismo ético sostiene que no existen propiedades morales objetivas y que los enunciados éticos son de hecho arbitrarios porque no expresan verdades inmutables. En cambio, los enunciados morales se hacen verdaderos o falsos por las actitudes y/o convenciones de los observadores, y cualquier frase ética sólo implica una actitud, opinión, preferencia personal o sentimiento que tiene alguien. Así, que una afirmación se considere moralmente correcta sólo significa que cuenta con la aprobación de la persona interesada. Otra forma de ver esto es que los juicios sobre la conducta humana están formados por la percepción y, en muchos sentidos, limitados a ella.

Un subjetivista ético sostendría que la afirmación «Stalin era malvado» expresa una fuerte aversión por el tipo de cosas que hizo Stalin, pero no se deduce que sea cierto (o falso) que Stalin fuera de hecho malvado. Otra persona que no esté de acuerdo con la afirmación por motivos puramente morales (aunque esté de acuerdo con todos los hechos no evaluativos sobre Stalin) no está cometiendo un error intelectual, sino que simplemente tiene una actitud diferente.

Es compatible con el Absolutismo Moral, en el sentido de que un individuo puede sostener que algunos de sus preceptos morales se aplican independientemente de las circunstancias, pero también es compatible con el Relativismo Moral en el sentido de que la verdad de las afirmaciones morales es relativa a las actitudes de los individuos. A diferencia de muchas otras variantes del Antirrealismo Moral, es una teoría cognitivista, en el sentido de que sostiene que las sentencias éticas, aunque subjetivas, son sin embargo el tipo de cosas que pueden ser verdaderas o falsas, dependiendo de la aprobación de quién se trate. Contrasta con el Realismo Moral (según el cual los enunciados éticos son independientes de las actitudes personales).

El subjetivismo ético tiene la ventaja de ofrecer una explicación sencilla y de sentido común de lo que es la moral. Aunque los puntos de vista éticos tienen a menudo una apariencia interna de objetividad (parece que estamos haciendo, o intentando hacer, una afirmación objetiva), eso no los convierte en tales: sólo significaría que la gente cree que son afirmaciones de hechos, debido a la naturaleza asertiva de la mayoría de las afirmaciones éticas. Esto se complica aún más por el hecho de que las afirmaciones éticas tienen muy a menudo algunas implicaciones fácticas implícitas (por ejemplo, «María es una buena persona» es probable, aunque no necesariamente, que se base en ciertos hechos sobre las cosas buenas que suele hacer María).

Sin embargo, el subjetivismo ético presenta un problema en el sentido de que no ofrece ninguna forma de que las partes implicadas en el debate ético resuelvan sus desacuerdos, limitándose a exigir a cada parte que ejerza la tolerancia reconociendo la verdad igualmente fáctica de las percepciones afirmadas por los oponentes. Esto elude de hecho el tipo de dilemas que la ética trata de resolver, es decir, decidir qué es lo correcto. Otro problema es que los sentimientos y las actitudes suelen cambiar con el tiempo, a medida que cambian los conocimientos, la experiencia y las circunstancias, lo que no constituye una buena base para las decisiones éticas.

Tipos de subjetivismo

Hay diferentes variantes que pueden considerarse bajo el título de subjetivismo ético:

  • Subjetivismo simple: la opinión (en gran medida descrita anteriormente) de que las afirmaciones éticas reflejan sentimientos, preferencias personales y sensaciones más que hechos objetivos.
  • Subjetivismo individualista: la opinión (originalmente planteada por Protágoras) de que hay tantas escalas distintas de bien y mal como individuos hay en el mundo. Se trata de una forma de egoísmo, que sostiene que cada ser humano debe perseguir exclusivamente su propio interés.
  • Relativismo moral (o relativismo ético): la opinión de que para que una cosa sea moralmente correcta debe ser aprobada por la sociedad, lo que lleva a la conclusión de que diferentes cosas son correctas para las personas en diferentes sociedades y diferentes períodos de la historia.
  • Teoría del observador ideal: la opinión de que lo correcto está determinado por las actitudes que tendría un hipotético observador ideal (un ser perfectamente racional, imaginativo e informado). Adam Smith y David Hume defendieron las primeras versiones de la teoría del observador ideal, y Roderick Firth (1917 – 1987) es responsable de una versión moderna más sofisticada.

Escrito por: Gonzalo Jiménez

Licenciado en Filosofía en la Universidad de Granada (UGR), con Máster en Filosofía Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Desde 2015, se ha desempeñado como docente universitario y como colaborador en diversas publicaciones Académicas, con artículos y ensayos. Es aficionado a la lectura de textos antiguos y le gustan las películas y los gatos.

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