cogito, ergo sum

cogito, ergo sum, (latín: «Pienso, luego existo») dictum acuñado por el filósofo francés René Descartes en su Discurso del Método (1637) como primer paso para demostrar la posibilidad de alcanzar un conocimiento cierto.

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Es la única afirmación que sobrevive a la prueba de su duda metódica. La afirmación es indudable, tal y como Descartes argumentó en la segunda de sus seis Meditaciones sobre la filosofía primera (1641), porque incluso si un demonio todopoderoso intentara engañarle para que pensara que existe cuando no es así, tendría que existir para que el demonio le engañara.

Por lo tanto, siempre que piensa, existe. Además, como argumentó en sus respuestas a los críticos en la segunda edición (1642) de las Meditaciones, la afirmación «yo soy» (sum) expresa una intuición inmediata, no la conclusión de un razonamiento (respecto a los pasos de los cuales podría ser engañado), y es por tanto indubitable. Sin embargo, en una obra posterior, los Principios de la filosofía (1644), Descartes sugirió que el cogito es, en efecto, la conclusión de un silogismo cuyas premisas incluyen las proposiciones de que está pensando y de que lo que piensa debe existir.

 

Escrito por: Gonzalo Jiménez

Licenciado en Filosofía en la Universidad de Granada (UGR), con Máster en Filosofía Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Desde 2015, se ha desempeñado como docente universitario y como colaborador en diversas publicaciones Académicas, con artículos y ensayos. Es aficionado a la lectura de textos antiguos y le gustan las películas y los gatos.

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