Crátilo – Diálogo de Platón

Resumen del Crátilo de Platón Gorgias

En el personaje de Crátilo, encontramos una figura platónica que refleja muy de cerca a los filósofos contemporáneos, es decir, los desafíos planteados por los filósofos analíticos. El diálogo de Crátilo es una pieza dramática, más que una historia contada por Sócrates u otro narrador. El diálogo trata de una conversación entre Hermógenes y Crátilo. Hermógenes (no Crátilo) invita a Sócrates a asistir. Hermógenes se enfrenta a la afirmación de Crátilo de que hay un nombre naturalmente correcto para todo lo que existe. Hermógenes se muestra escéptico ante esta afirmación porque nadie ha sido capaz de convencerle de que los nombres estén determinados por algo más que la convención y el acuerdo.

Al tratar de entender su opinión, Sócrates descubre que Hermógenes también es escéptico de Protágoras, aunque Hermógenes ha incurrido ocasionalmente en formas de pensamiento relativistas, y también rechaza a Eutidemo. Dado que Hermógenes acepta que ninguna de las dos cuentas de las cosas es correcta, debe admitir que hay una naturaleza fija, o esencia, de las cosas y admite además que debe haber también una «acción correcta» correlativa a cada esencia o naturaleza. Por ejemplo, en el caso de cortar, un hombre puede intentar usar un martillo o una cuchara, pero sólo la herramienta que es apropiada para su naturaleza cortará otra cosa. Otro caso es el de la combustión. Del mismo modo, Sócrates se pregunta por qué el habla no tendría el mismo modo de ser, es decir, que hay una palabra o un nombre apropiado dado a cada cosa por un legislador, un creador o el fundador de una especie de nomos (quizás parecido a la tarea dada a Adán en el Génesis). Además, el legislador debe ser superior a la mayoría de los hombres, porque no todo hombre puede ser legislador.

Ahora que han establecido la existencia de legisladores que establecen nuevas palabras y nombres para las cosas (es decir, lo que Nietzsche podría haber llamado «creadores»). A continuación surge una nueva pregunta: ¿cómo lo hacen los legisladores? ¿Dónde buscan para asignar un nombre a algo? Sócrates se pregunta si el legislador buscará la naturaleza de una cosa -por ejemplo, ¿buscará una silla rota o una silla entera y completa? La respuesta es evidentemente esta última. Si admitimos la respuesta afirmativa, entonces se deduce que los nombres no son tan inconsecuentes como creía inicialmente Hermógenes.

Sócrates y Hermógenes dividen los nombres de las cosas, y también dividen los nombres de los dioses. Los dioses tienen nombres infinitamente más correctos, como lo demuestran Homero y los poetas, y Sócrates argumenta que no podemos hacer afirmaciones sobre los dioses, ya que sería impío y descortés. El filósofo es distinto del teólogo. En el Crátilo, se nos da una visión del intento de piedad de Sócrates.

El último tercio del diálogo es un examen de las etimologías y los orígenes de varias palabras, empezando por el río Troya y otros nombres homéricos y heroicos, así como los nombres heroicos de Hesíodo, y palabras comunes como humanos, alma, cuerpo, mente, dioses, sol, luna, fuego, agua, estaciones, sabiduría, conocimiento, justicia, oficio, valor, virtud, vicio, bien, mal, verdad, falsedad, opinión, ser y nombre. A continuación, dividen las palabras en símbolos -vocales y consonantes-, junto con el significado que hay detrás del sonido de cada letra. Nombrar una cosa es una especie de «mimesis» o imitación, similar pero distinta a la de una pintura. De ser cierto, la creación de palabras entra dentro de las nociones aristotélicas de la poética.

En las secciones finales del diálogo, Crátilo y Sócrates se enfrentan y Sócrates plantea la idea de que existe una noción fija de bondad, justicia, etc. Sin embargo, Crátilo está de acuerdo con el concepto de movimiento incesante de Heráclito. Sócrates implora a Crátilo que piense más en ello, y Crátilo declina la invitación de Sócrates con la esperanza de que éste piense más en estas cuestiones para preparar la próxima vez que se encuentren.

El diálogo aborda algunas de las principales cuestiones y problemas que se plantean a los filósofos analíticos modernos en su obsesión por la lingüística: si existe o no una relación entre el signo y la cosa en sí, o si los nombres que tenemos para las cosas son puras convenciones sin sentido que no tienen ninguna verdad inherente. La distinción crucial es si el filósofo admite que cree en la verdad al principio de su investigación o no.

Escrito por: Gonzalo Jiménez

Licenciado en Filosofía en la Universidad de Granada (UGR), con Máster en Filosofía Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Desde 2015, se ha desempeñado como docente universitario y como colaborador en diversas publicaciones Académicas, con artículos y ensayos. Es aficionado a la lectura de textos antiguos y le gustan las películas y los gatos.

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