Teeteto – Diálogo de Platón

Resumen del Diálogo de Platón Teeteto

A las puertas de la ciudad de Mégara, en el año 369 a.C., Eucléides y Terpión escuchan a un esclavo leer las memorias de Eucléides sobre una discusión filosófica que tuvo lugar en el año 399 a.C., poco antes del juicio y la ejecución de Sócrates (142a-143c). En ella, el joven Teteto es presentado a Sócrates por su tutor de matemáticas, Teodoro. Sócrates interroga a Teeteto sobre la naturaleza del conocimiento, lo que le lleva a plantear la pregunta clave del diálogo:

«¿Qué es el conocimiento?» (143d-145e). La primera respuesta de Teeteto (D0) es dar ejemplos de conocimientos como la geometría, la astronomía, la armonía, la aritmética (146a-c). Sócrates objeta que, para cualquier x, los ejemplos de x no son necesarios ni suficientes para una definición de x (146d-147e). Teeteto admite esto, y contrasta la facilidad con la que él y sus compañeros definen los términos matemáticos con su incapacidad para definir el conocimiento (147c-148e). Sócrates se ofrece a explicar el desconcierto de Teeteto ante la pregunta «¿Qué es el conocimiento?» comparándose con una comadrona: Teeteto, sugiere, está incómodo porque está de parto intelectual (148e-151d).

Así incitado, Teeteto enuncia su primera definición aceptable, que es la propuesta (D1) de que «el conocimiento es percepción» (151d-e). Sócrates no responde a esto directamente. En cambio, afirma que D1 implica otras dos teorías (la de Protágoras y la de Heráclito), que expone (151e-160e) y luego critica (160e-183c). Finalmente, Sócrates presenta no menos de once argumentos, no todos los cuales parecen seriamente intencionados, contra las opiniones de Protágoras y Heráclito. Si alguno de estos argumentos da en el blanco, entonces por modus tollens D1 también es falso. Un argumento más directo contra D1 se da finalmente en 184-7.

En 187b4-8, el Teeteto propone una segunda definición de conocimiento: (D2) «El conocimiento es la creencia verdadera». D2 provoca que Sócrates pregunte: ¿cómo puede existir la creencia falsa? A continuación se produce una discusión en cinco fases que intenta dar cuenta de la falsa creencia. Los cinco intentos fracasan, y ese parece ser el final del tema de la falsa creencia. Por último, en 200d-201c, Sócrates vuelve a la propia D2. Desestima D2 simplemente argumentando que las creencias verdaderas accidentales no pueden llamarse conocimiento, dando a los juristas atenienses como ejemplo de creencia verdadera accidental.

Theaetetus lo intenta por tercera vez. Su propuesta final (D3) define el conocimiento como «creencia verdadera con un relato (logos)» (201c-d). La discusión que sigue intenta explicar cómo podría ser que D3 fuera verdadera, y luego hace tres intentos de explicar qué es un logos.

En 201d-202d, el famoso pasaje conocido como El sueño de Sócrates, se propone una ontología en dos partes de elementos y complejos. Paralelamente a esta ontología corre una teoría de la explicación que afirma que explicar, ofrecer un logos, es analizar los complejos en sus elementos, es decir, aquellas partes que no pueden ser analizadas más allá. De manera crucial, la Teoría del Sueño dice que el conocimiento de O es una creencia verdadera sobre O más un relato de la composición de O. Si O no está compuesto, O no puede ser conocido, sino sólo «percibido» (202b6). Cuando Sócrates argumenta contra la Teoría del Sueño (202d8-206b11), se centra en esta vinculación.

Sócrates pasa a considerar, y a rechazar, tres intentos de explicar lo que es el logos, de dar cuenta de la «cuenta». El primer intento considera que logos significa simplemente «discurso» o «declaración» (206c-e). El segundo relato (206e4-208b12) del «logos de O» lo toma como «enumeración de los elementos de O». La tercera y última propuesta (208c1-210a9) es que dar el logos de O es citar el sêmeion o diáfora de O, el «signo» o rasgo diagnóstico en el que O se diferencia de todo lo demás.

Los tres intentos de dar cuenta de «cuenta» fracasan. La discusión del día, y el diálogo, terminan en una aporía. Sócrates se marcha para enfrentarse a sus enemigos en la sala del tribunal.

Escrito por: Gonzalo Jiménez

Licenciado en Filosofía en la Universidad de Granada (UGR), con Máster en Filosofía Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Desde 2015, se ha desempeñado como docente universitario y como colaborador en diversas publicaciones Académicas, con artículos y ensayos. Es aficionado a la lectura de textos antiguos y le gustan las películas y los gatos.

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