La oceánide Clímene, cuando su hijo Faetonte llegó a la adolescencia, le reveló que su padre era el Sol (el dios He lio). Faetonte subió ni más ni menos que hasta el lumino so palacio de su padre a pedirle que, como prueba de su paternidad, le permitiese conducir su cuadriga de caballos para ir llevando la luz desde oriente a poniente. El Sol intentó disuadirlo, porque solo él era capaz de conducirlo, pero al final accedió y le recomendó vivamente que nunca condujera demasiado lejos ni cerca de la Tierra.
Faetonte, pues, comenzó a marchar por el camino habitual del Sol en la bóveda celeste, pero, asustado por los animales del Zodiaco, se aparto del camino y bajó tanto que quemó parte de la Tierra, secó los ríos, provocó los desiertos y tostó la piel de los etíopes. Luego subió tanto que los astros se quejaron a Zeus y este lo fulminó con el rayo. Faetonte cayó al rio Eridano y sus hermanas las Heliades recogieron su cuerpo y, de tanto llorar, fueron convertidas en álamos que lloran lágrimas de ámbar por él.
Texto adaptado del Diccionario de mitología griega y romana, Pierre Grimal.
Se trata de un hermoso mito que explica varios aspectos de nuestra personalidad: el afán de gloria, la jactancia, la desobediencia juvenil, el deseo paterno de contentar y de proteger, la prudencia del adulto frente a la precipitación juvenil, etc. Pero también explica aspectos del mundo físico: las diferentes razas de seres humanos, el origen de los desiertos, de los polos y del mayor o menor cauce de los ríos, la explicación de las gotas de ámbar, etc. Se dice que el primer filósofo de la historia, Tales de Mileto, pre dijo un eclipse solar gracias a sus conocimientos astronómicos. La actitud racional busca comprender la realidad sin atender a la existencia de seres sobrenaturales.