Análisis Filosófico de Réquiem por un sueño

Réquiem por un sueño - Darren Aronofsky foto pelicula

Un réquiem por la modernidad

Tal podría ser el subtítulo de esta película, ya que la muerte del sueño es en realidad la muerte del mundo civilizado. Aronofsky realiza una obra poderosa, tanto en lo visual como en las ideas.

Réquiem por un sueño es una película generacional, como Trainspotting. Sus temas están, en efecto, en el corazón de la juventud contemporánea: los medios de comunicación, las drogas, el sexo. Pero más allá de eso, Réquiem es una reflexión sobre la adicción, la alienación y la autodeterminación. Visual y estéticamente, Aronofsky materializa la urgencia de la necesidad, la obsesión del consumo. El ritmo de la dirección, la música embriagadora, el montaje de los planos revelan el ritmo del declive de los personajes: lento al principio, luego frenético al final. Así, denuncia el exceso a través del exceso. La imagen está tan saturada como el cerebro de los personajes.

Resumen y comentario de Réquiem por un sueño: La alienación del mundo moderno

Cada personaje tiene su propia adicción:

La madre del héroe (Sarah Goldfarb), una viuda pobre, es adicta a la televisión, que le dice que se mantenga joven y bella (en forma de imperativos categóricos: «nada de carne leída, nada de azúcar, …»). Sus días están jalonados de programas de dieta. Acude a un médico, que le receta unos adictivos supresores del apetito (anfetaminas). El objetivo es poder ponerse el vestido de novia, símbolo de juventud y felicidad en el pasado. Se imagina a sí misma en el programa, que se convierte en una proyección de su interioridad. Asimismo, los personajes de la televisión se proyectan literalmente en su salón, invadiendo su interior. De este modo, Aronofsky significa la pérdida de puntos de referencia, de un sentido de la realidad. Por supuesto, la dieta funciona, pero estos medicamentos le hacen perder toda conexión con la realidad. Su final será triste: una lobotomía frontal y una estancia en un hospital psiquiátrico, que suponemos será permanente.

Harold Goldfarb (Jared Leto): Harold es universitario, pero se droga en compañía de su amigo Tyrone o de su novia Marianne. Las drogas se presentan inicialmente como algo lúdico, como una alegre evasión de la realidad. Luego viene la visión mercantil, ya que él y Tyrone tienen la idea de vender heroína. Descubren el mundo de los traficantes de drogas, violentos y despiadados. Harold también se convierte en un gran consumidor. Tanto es así que su brazo se gangrena. Acaba siendo amputado, un símbolo del poder de las drogas y de su desmembramiento moral.

Marianne (Jennifer Connelly): En una relación romántica con Harold, Marianne es artística y quiere abrir una galería de arte. Pero, bajo el control de Harold, Marianne se vuelve poco a poco adicta a las drogas y acaba prostituyéndose para conseguirlas. A través de Marianne, entendemos que las drogas también significan la negación de la creatividad.

Tyrone (Marlon Wayans): Tyrone representa la ternura, a través de la recurrencia de los recuerdos de su infancia, una época dulce en la que fue protegido por su madre. Interesado en traficar con heroína, queda atrapado en su propio juego. Su adicción a las drogas le llevará a la cárcel, donde experimentará el racismo y la soledad. Sin embargo, la prisión implica una cura, lo que sugiere un futuro menos sombrío que para los otros personajes.

Réquiem por un sueño habla de una sociedad del desencanto, en la que la felicidad es sólo efímera. Peor aún, es la conquista de la felicidad que los consume y destruye poco a poco. Su evolución es, pues, puramente regresiva.

El cartel de la película también es muy interesante: desde un punto de vista simbólico, el ojo se considera el espejo del alma. En el primer plano del iris, presumiblemente del ojo de Harry Goldfarb, hay dos puntos importantes.

  • En primer lugar, la pupila dilatada es abrumadoramente negra.
  • Por otra parte, si miramos de cerca el diminuto reflejo del iris, podemos ver un cielo azul con nubes, emblema por excelencia de una dimensión onírica, de un más allá soñado.

El contraste entre la pupila negra dilatada, signo de percepción alterada, y el cielo azul como reflejo, evoca el espíritu de confusión entre el sueño y la realidad, entre la percepción de la realidad y el simulacro. Todos los personajes experimentan la realidad a través de la intervención de una sustancia u objeto, ya sea la heroína o la televisión. Su visión del mundo está distorsionada.

Los últimos minutos también están cargados de emoción de forma simbólica. Filmado desde arriba, cada uno de los personajes se encuentra en posición fetal en una cama o en un sofá, lugares irónicamente muy adecuados para dormir y soñar. Esta posición se refiere necesariamente al punto último de su regresión, el de la seguridad en el vientre materno.

Conclusiones sobre Réquiem por un sueño

Está claro que Requiem no es una película sobre las drogas, sino una película sobre la adicción y la modernidad. La condena de la sociedad es inapelable: el individuo está solo, sin puntos de referencia, incapaz de discernir lo verdadero de lo falso. Nuestro mundo, según Aronofsky, es dionisíaco y alienante.

Escrito por: Gonzalo Jiménez

Licenciado en Filosofía en la Universidad de Granada (UGR), con Máster en Filosofía Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Desde 2015, se ha desempeñado como docente universitario y como colaborador en diversas publicaciones Académicas, con artículos y ensayos. Es aficionado a la lectura de textos antiguos y le gustan las películas y los gatos.

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